octubre 07, 2012

Fundamentalistas islámicos, judíos, católicos y ateos.


“No te inclines ante ningún ídolo, no ofendas ninguna creencia”. Jamás olvido esta, una de las muchas expresiones, bellas y edificantes, de Rabindranath Tagore. Viene al caso la cita porque quiero delimitar mi criterio, muy personal, en torno al polémico asunto que ocupa este comentario.
Pura coincidencia, el obligado repaso histórico comienza por esa inmensidad, llamada con justicia subcontinente, que es La India. Tagore nació en Calcuta, Bengala, en 1861. Hacia el extremo opuesto de su país, en Bombay, 86 años después, llegó en la medianoche el “alumbramiento” de Ahmed Salman Rushdie.( foto abajo a la derecha)
Seguiría pasando el tiempo hasta que en septiembre de 1988 se publicara un libro, tan polémico como genial, muestra de un realismo mágico deslumbrante: “Versos Satánicos”, obra del último de estos dos célebres escritores nacidos en la tierra del Kamasutra.
La reacción ante una novela que desnudaba la filosofía árabe-musulmana, mostrando inclusive aspectos muy irreverentes en torno a Mahoma, se mostró de inmediato; en la India fue prohibida, ejemplo seguido en numerosos países, sobre todo aquellos con amplia o mayoritaria población islámica.
Otras reacciones fueron peores, incluyendo represión policial contra los manifestantes, siempre acompañadas en estos casos por incendios, muertos y otras formas típicas de violencia. El colmo llegó cuando un Jefe de Estado en funciones, el Ayatolá Roullah Jomeini, leyó en Radio Teherán una Fatua o decreto religioso, acusando a Rushdie de Blasfemia contra el Islam, además de apostasía, este último “delito” argumentando que el escritor reconoció en el propio texto ser antes  un creyente de  las doctrinas de Mahoma.
El supremo líder religioso y político de la nación persa ofreció tres millones de dólares estadounidenses por la eliminación física del autor de los Versos Satánicos, incluyendo igual petición de muertes para editores u otras personas directamente involucradas en la publicación de la novela.
Al paso de unos años la recompensa fue duplicada, en tanto Salman Rushdie vivía oculto, bajo la protección policial del Reino Unido. Un editor de su obra en Japón fue baleado, apuñalearon al traductor italiano del polémico escrito, además de otros atentados que harían una larga lista.
Al cabo de 15 años se publicaría otro controvertido libro, esta vez atacando los fundamentos del catolicismo, su historia e instituciones, incluyendo la figura emblemática de Jesucristo: “El Código Da Vinci”, del norteamericano Dan Brown.
Hubo reacciones de todo tipo, desde críticas severas en los medios de comunicación hasta demandas judiciales. La poderosa Iglesia Católica mostró su inconformidad, realmente muy ofendida por la novela de mayor éxito editorial en la historia de la imprenta hasta ese momento.
No conozco de amenazas de muerte, recompensas por la cabeza de Brown o ataques violentos a embajadas.
Los años transcurrieron, hoy El Código Da Vinci, llevado al cine con artistas de gran renombre como Ron Howard y Tom Hanks, es apenas un recuerdo. Leí recientemente en una última edición española los célebres Versos Satánicos, sin desasosiego, intentando descifrar las ideas expuestas por su inteligente creador.
Repaso continuamente la prensa diaria, alarmado en mi sensibilidad, de nuevos muertos, fuegos, represión policial y demás actos de extrema violencia, relacionados con un filme llamado “La Inocencia de los Musulmanes”, de poca monta en lo artístico, al juzgar por la crítica especializada, donde nuevamente el profeta del Islam es ridiculizado y ofendido.
Un Mahoma mujeriego, algo “normal” entre los árabes si de múltiples matrimonios se trata, parece ser representado por mediocres artistas pagados y dirigidos por dinero de algunos judíos.
Los interesados pueden leer excelentes biografías de Mahoma,  llamado “El último de los Profetas”, nada ofensivas a las autoridades religiosas islámicas, a pesar de su conocida diversidad en cuanto a la interpretación de las prédicas mahometanas.
En cuanto a la llamada “La Inocencia de los Musulmanes”, no la conozco en la política de sociedad alguna, imperios idos, actuales o por venir; reclamo “La Inocencia Perdida” de Nadine Gordimer, verdadero canto a la unidad entre los pueblos y personas, porque según consta en la actual constitución sudafricana, no hay razas humanas y así lo suscribo.
De seguro la actual diatriba pasará pronto al rincón de los malos recuerdos, para ser definitivamente olvidada. Lo destruido tendrá que reconstruirse. Quedarán los muertos en la memoria imborrable de sus seres queridos.
De los artistas aquí citados puedo decirles que Salman Rushdie y Dan Brown manifiestan un claro ateísmo. Nadine Gordimer fue judía desde la cuna, ganando un Nobel literario y universal reconocimiento por su artística denuncia contra todas las formas de discriminación entre los seres humanos.
El genio hindú de Rabindranath Tagore, explosión cultural de un pueblo milenario, inmerso en el choque de las civilizaciones, invocaba a un dios poético, innombrable, extendido en la belleza de la exuberante naturaleza del pueblo hindú y su entorno, a quiénes dedicó su pintura, música y literatura.
A la memoria me llegan las palabras de un santo católico; “El fanatismo es un vicio, la devoción  una virtud”, San Francisco de Sales.
*Periodista independiente cubano, reside en Ciudad de la Habana , Cuba y sus articulos aparecen en la Red.

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